sábado, 26 de diciembre de 2009

Capítulo tres: La niña a través del cristal



Los grandes ojos de la niña, el derecho azul y el izquierdo verde, producto de la heterocromía, miraban fijamente hacia delante. Su redondeado rostro apoyado en sus manos. Labios gruesos y mirada absorta. Piernas cruzadas para acomodarse bien. Estaba sentada sobre la alfombra. Encima del televisor un retrato familiar. Ella, su madre y su padre adoptivos en un fondo azul cielo. A la izquierda, un jarrón con caracteres chinos sobre una mesa de caoba. Más a la izquierda aún, en una esquina, empezaba el sofá que se extendía por toda la pared lateral. Tapicería roja, cojines azules. Sentados sobre el sofá, el padre de la niña: piernas a horcajadas, cabeza doblada hacia arriba, ojos abiertos, negros completamente. Boca extremadamente abierta, con moscas rondando en su interior. La piel estaba pálida. El cuerpo, completamente rígido. Junto a él, la madre, arrodillada delante del sofá, medio cuerpo incrustado en la mesita de cristal, un cristal que se esparcía en mil pedazos por el salón desde hacía días. La sangre coagulada salpicaba aquí y allá la habitación, pero en la cara de la mujer era un manto que lo cubría todo. Al fondo, una estantería con algunas fotos más de la familia, una en la playa, otra en un parque de atracciones. La niña, inmóvil, contemplaba la televisión. La televisión estaba encendida, pero solo emitiendo una imagen plana con un letrero que rezaba: “volveremos en breves instantes”. La tele llevaba así un día y medio.

Después de mucho tiempo, la niña decidió levantarse. En un breve salto alcanzó su mochila, tirada en una esquina, y se la colocó sobre sus hombros. Salió del salón, sin girarse para echar un último vistazo, y salió a la calle.


Hacía frío, un frío intenso. La calle estaba vacía, y un gris pesado parecía teñir todas las cosas que la niña podía ver. Frente a ella, en la cafetería “El Tropsol Bar”, dos personas hablaban detrás de la gran cristalera. La niña se fijo en uno de ellos: un hombre con un gorro rojo, y una barba que le cubría casi toda la cara. De pronto, el hombre se giró y la miró. La miró profundamente.

-¿Y bien, Rasmus? Me estabas hablando de la semana temática.

Rasmus Salmmons apartó la mirada de aquella extraña niña, allí sola, en medio de la nada urbana, y cogió su taza de café.

-Bueno, Greil. La semana temática es una táctica que realizamos desde el MOCAVI para pertrecharnos y construir un futuro, pero confundiendo y despistando a los tarados de la Unidad de Control de Epidemias. Básicamente, elegimos un día de la semana, siempre distinto al anterior, y asaltamos una serie de tiendas y comercios para conseguir un solo producto. Por ejemplo, hace seis días asaltamos las zapaterías y los principales centros comerciales de las zonas limítrofes. Solo queríamos zapatos, de cualquier tipo. Nos hicimos con más de ochocientos pares.

-¿Ochocientos pares? No creo que seáis más de un par de docenas.

-Cada día son más los ciudadanos que se unen a la causa del MOCAVI. En todo caso, el fin último del Movimiento es doble: por un lado, acabar con el virus y todos los que se están beneficiando de su existencia, así como aquellos que lo crearon. Por otro, crear una nueva sociedad, ahora que el mundo se cae a pedazos. Una sociedad de resistencia, que, si es necesario, viva en las catacumbas conspirando contra el poder. Estamos almacenando productos para soportar a un grupo realmente alto.

-Espera. Tengo que cambiar la cinta. Este puto trasto se queda atascado a veces… Ya. Veamos. Como dices, vuestro principal objetivo es la lucha contra el virus, contra la Unidad de Control de Epidemias, y contra Kolov y su departamento de investigación genética de SpierGenetic. Pero ni tan siquiera se ha demostrado que sea un virus lo que está matando a todo el mundo.

-Greil, eso es obvio. Nuestras informaciones no dejan lugar a dudas. Un virus fue creado en SpierGenetic, dentro de alguno de sus programas secretos. Todo el mundo conoce que su moralidad no es muy alta, ¿cierto? Desconocemos si la propagación del virus fue un accidente, o si realmente tiene un propósito.

-¿Un virus que mata aleatoriamente a millones de personas cada vez? ¿Qué propósito puede tener?

-¿Aleatoriamente? Cada ataque del virus se central en una zona del mundo, y dentro de esa zona, mata a miles, sí, pero siempre miembros de las mismas familias. Si un padre muere, sus hijos también lo hacen. Es selectivo.

-¿Y el propósito?

-Eso queremos averiguar, Greil. Necesitamos saber el por qué de todo esto para saber cómo atacar. Tenemos en el MOCAVI a un científico, Ketterton. Asegura que la previsión era que este virus apareciera de forma natural a causa de la contaminación y asolara el planeta en unos veinte años. Según él, los científicos de SpierGenetic consiguieron acelerar el proceso y aislar el virus. Querían estudiarlo, saber cómo actúa, así que empezaron a probarlo esparciéndolo, viendo qué patrón seguía, mientras ellos se mantenían en lugar seguro. Lo adelantaron todo para saber cómo salvar sus culos.

-Vamos Rasmus, no tiene sentido. Yo estaba presente en la cena en la que murió el doctor Spierling junto a su familia y uno de sus ayudantes. Estaba cubriendo la noticia para The Paradigm…

-Esa cena donde, curiosamente, no falleció ni el doctor Kolov, jefe de las investigaciones secretas que, creemos, dieron lugar al virus; ni Hiss, el mamarracho bigotudo fumador de pipa que ahora es jefe de la Unidad de Control de Epidemias, un grupo de mercenarios que el gobierno provisional contrató para mantener el orden y dejó bajo el mando de Hiss, miembro de la cúpula directiva de SpierGenetic.


-¿Vais contra Kolov, pues?

-Kolov produjo el virus, Greil, estoy seguro de ello. Sí, quizás a espaldas de su jefe, o quizás no, pero a la hora del primer ataque, supo como quitarse de en medio al doctor Spierling para ocupar su sillón a la cabeza de la compañía.

-¿Y dónde está? Todos dicen que ha desaparecido.

-Huye. Tiene terror al MOCAVI. Se esconde porque sabe que si lo encontramos, acabaremos con él y todo su plan.

-Bueno, es normal. En las últimas semanas habéis ejecutado cinco ataques, con decenas de muertos. Muchos eran civiles, o trabajadores auxiliares, no siempre eran miembros de la Unidad de Control de Epidemias o un alto cargo de SpierGenetic. Eso me lleva a mi última pregunta de la entrevista: Rasmus Salmmons, ¿te consideras un terrorista?

-Eso es divertido. ¿Qué es, para ti, un terrorista? ¿Una persona que lucha contra un mal que está asolando el mundo, y que lo hace de la única manera que se puede hacer? ¿Una persona que crea terror en los poderosos, que provoca el miedo cuando cruzan la acera a los asesinos de todo un planeta? Entonces, querido Greil, sí, soy un jodido terrorista.

-Está Bien Rasmus. Creo que eso es todo. Será el tema de portada del próximo número, si es que sale, claro.

-Ya he hablado de todo con mis chicos. Tú dame toda la tirada de la revista, yo me encargaré de que cada ciudadano tenga una en la puerta de su casa a la mañana siguiente. La gente tiene que saber qué está pasando y unirse a nuestra causa. Tenemos que hacernos fuertes para poder luchar en igualdad de condiciones.

Greil metió la grabadora en su cartera y echó un vistazo a la cafetería. El local estaba desolado. Solo se oía el trasteo de la señora Kauffman, la anciana dueña de la cafetería, allá en la cocina. Era una de las pocas personas que seguía abriendo su comercio. Realmente, era una de las pocas personas que aún seguía saliendo a la calle.

Entonces, un fuerte golpe salió de la cocina del local. En el techo, procedente de la casa de arriba, un par de golpes más se sumaron rápidamente. Greil cerró los ojos, apretándolos fuertemente. Unas gotas de sudor resbalaron por su frente.

Tenía un miedo atroz. Aquella podía ser la definitiva. Solo esperaba que no doliera.

Al cabo de unos segundos, Greil volvió a respirar y reabrió los ojos. Frente a él, Rasmus Salmmons observaba a través de la cristalera, y un par de lágrimas empezaron a emerger de sus profundos ojos.

-¿Qué? –Dijo Greil, asustado- ¿Qué pasa?

-Dios. La niña.

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